sábado, 25 de febrero de 2012

H. Stern


Podía decir que la puesta del sol vista desde la terraza del Marina Palace el día anterior ha sido la llave de oro que cerró nuestro viaje de 5 días a Río de Janeiro, pero la experiencia que dio realmente por terminada nuestra estada en la ciudad maravillosa fue la visita a los talleres de la marca de joyas brasileña H. Stern.

Hans Stern, un inmigrante alemán que había llegado al Río con sus padres tan sólo 6 años antes, fundó en 1945 con el dinero conseguido con la venta de su acordeón aquella que es hoy una de las 10 joyerías más importantes del mundo y la número uno de Brasil. Es más, fue él quien contribuyó para que piedras como las aguamarinas, amatistas, citrinas o turmalinas ganaran el estatuto (bien como la denominación) de piedras preciosas, y el aprecio de los compradores, en una época en que lo que estaba de moda eran los diamantes, esmeraldas y rubís. Y es que, hasta la década de 50, no sólo el mundo de la moda y del lujo no consideraba estas piedras, como en Brasil ni siquiera se les daban importancia… En el país la mayoría de las piedras no se encuentran en minas, sino en los ríos, y como hasta los años 50 los mineros estaban más concentrados en explotar hierro, mena y mica ignoraban las piedras incluso cuando se las cruzaban. Fue H. Stern quien cambió esta manera de ver y hacer las cosas, transformando el negocio de las piedras en una “mina de oro”.

Fue también gracias a él que su país de acogida se dio a conocer al mundo como uno de los principales explotadores de gemas de colores. Hoy, por ejemplo, el Brasil es uno de los primeros exportadores de esmeraldas. Por eso es tan interesante, una vez en Río, tener la oportunidad de conocer los bastidores de H. Stern. La sed mundial está en el número 133 la calle Gracia D’Ávila, en Ipanema, y la visita es gratis y abierta a todos. Durante el recogido, que tarda más o menos 20 minutos, podéis ver como trabajan algunos de los 600 artesanos de la marca. En 2005, cuando la marca inició su colaboración con Diane von Furstenberg, también la diseñadora hizo este tour sobre el cual comentaría después: “Ninguna marca en el mundo tiene unos talleres así, al menos no con semejantes niveles de artesanía”. Y es que aquí todo depende de la habilidad manual y del control visual del artesano. Por ejemplo, los engastadores que trabajaban justo delante de nuestros ojos tienen que tener una precisión extrema para no dañar ni rayar el oro siempre que le clavan una piedra. Pero es ahí donde está la magia de la orfebrería y, más precisamente, de H. Stern: no hay máquinas en el mundo que puedan sustituir las manos de sus artesanos.

Además la marca también tiene, en el mismo edificio que estuvimos visitando, laboratorios propios, porque la claridad y/o pureza de color de las gemas son detalles que ni el ojo mejor entrenado logra percibir pero que pueden influenciar enormemente el precio de un par de pendientes y que, además, son condición si ne qua non para logar un par perfecto. ¿O es que os podéis imaginar un par de pendientes de topacios imperiales donde las piedras no sean idénticas? ¡No! Pues, para encontrar el par perfecto, toda examinar muchas piedras. 



viernes, 10 de febrero de 2012

contraluz

Mi padre es fotógrafo y ya sabéis qué dice la gente… “En casa de herrero cuchara de palo”. Claro que mi talento para fotografiar sólo podía ser poco o nulo. No sé nada de fotografía. Pero creo poder decir que sé apreciar una bonita foto. Quizás, justamente, porque la miro con los ojos de la intuición y no con los de un experto que intenta ir más allá de la superficie de lo que ve. Mis fotografías favoritas, hayan sido sacadas por mi padre o por cualquier otra persona, siempre son las que están a contraluz. Claro que podía contaros unas cuantas trolas y haceros creer que siempre me gustaron las fotos a contraluz porque entiendo un montón de fotografía, pero ¡no es así!

Las fotos que enfrentan la luz me fascinan (siempre imagino la mirada del artista dirigiéndose hacia el sol como un girasol que busca el calor de los rayos del astro rey). Y a Juan Gatti, aparentemente, también. Tanto que este argentino, más conocido por ser el creador de la mayoría de los carteles de las películas de Almodóvar, decidió nombrar su exposición que puede ser vista hasta el 1 de Abril, en Madrid, “Contraluz”.

La muestra está patente desde el 24 de Noviembre en el depósito de agua de la Sala Canal de Isabel II y divídese en dos partes. En la planta baja se hace un repaso del trayecto profesional de Gatti en lo que concierne la fotografía de moda y editoriales, el diseño de objetos y gráfico, los carteles de cine y las fundas de discos, etc. Y en las restantes tres plantas se expone su trabajo más personal. Es a medida que vamos subiendo los escalones del depósito que vamos descubriendo sus enormes paneles de fotos a contraluz, donde es el objeto lo que está iluminado y lo que le rodea en la penumbra. El efecto es interesantísimo y va de la mano con el efecto que suscita esta subida gradual a la cumbre de este depósito de cuatro plantas. En el último espacio (la parte redonda donde antes se almacenaba el agua) encontramos unos pufs donde nos podemos sentar y apreciar un video, proyectado en los 360º de la sala, donde se descubren los más ínfimos detalles de las obras que terminámos de ver colgadas.

La muestra y el espacio son muy interesantes. A los que vivís en Madrid os aconsejo fuertemente una visita, principalmente los sábados de 12 a 13 o de 18 a 19 horas o los domingos de 12 a 13 horas, porque es cuando se realizan las visitas guiadas y como las obras de la muestra no tienen cualquier legenda así no quedará nada por explicar.


miércoles, 8 de febrero de 2012

lana de Mafie


Los fines de semana largos y vacaciones de mi infancia los pasé entre dos pueblos del litoral portugués: Santa Cruz y Geraldes (al lado de Peniche, que quienes de vosotros surfean, conocerán por la playa de Súper Tubos). En Verano era fácil encontrar ocupación. Playa, bici o campo… sólo había que elegir. El tiempo lo permitía todo. Sin embargo, en Invierno la cosa cambiaba.

Las actividades dentro de puertas para una niña de 8 años en casa de sus abuelos no tenían mucho de originales. Podía jugar con mis muñecas, leer, mirar la tele… Pero todo eso lo podía hacer también en mi casa, en la ciudad. Así que a mí me gustaba aprovecharme de mi abuela y ponerla a enseñarme costura y punto.

Hasta hoy conservo unas fotos que saqué con mi primera cámara analógica de mis Barbies, que meses antes habían llegado de NY vestidas de princesas, con unas sencillas ropas de trapos confeccionadas por mi con la ayuda de mi abuela. Y, hasta hoy, pongo en práctica los enseñamientos de la buena señora en lo que dice respecto a la malla de lana. De hecho, en estos últimos meses en que estuve sin internet, en que agoté todos los DVD’s que había traído de Barcelona y en que Madrid se fue transformando en una ciudad cada vez más fría yo aproveché para dedicarme a hacer lana. Esta actividad ha tenido una doble función: permitirme ocupar el tiempo y crear accesorios calentitos y originales que regalé a distintas personas por Navidad y Reyes. Y como “quien parte y (com)parte se queda con la mejor parte”, para mí confeccioné este bello turbante que salió hoy por primera vez a la calle. ¡A ver qué os parece!

Para quienes quieran aprovechar lo que queda de Invierno y su tiempo libre para hacer uno igual, os dejo las coordenadas (sí, porque he tenido que hacer y deshacer mi trabajo varias veces hasta encontrar las medidas ideales, así que considerad esta información un regalo que os hago por ser lectores tan asiduos de mi blog):


El turbante consiste de 2 triángulos cada uno hecho con:

- Lana para agujas de 6 mm (la mía era una lana planchada, muy bonita)
- 40 puntos x 15 (primera línea incluida) 
- Empezad a “matar” un punto a partir de la 16ª línea (transformad los 2 primeros puntos en 1 solo)
- Haced 3 líneas más con las nuevas medidas (o sea, por cada punto que se "mata" se hacen 4 líneas, ok?!)
- Mantened este esquema hasta que sólo queden 12 puntos
- A partir de entonces “matad” 2 puntos (transformad los 3 primeros puntos en 2)
- Y repetid este esquema por 6 líneas, para ir afilando el triángulo
- Cuando sólo os queden 3 puntos este se transforma en uno y ¡ya está!
- En este primer triángulo podéis hacer la casa donde luego va a entrar el botón. Es muy sencillo, sólo tenéis que hacer un aro con la lana, pasar lo que os queda por dentro del trabajo hecho y acordaros de dejar una punta un poco larga antes de cortar por si luego os hace falta
- El segundo triángulo tendrá exactamente las mismas medidas (yo os aconsejo, siempre que tengáis que parar de trabajar por alguna razón, a apuntarlo todo en la agenda para que luego nos os olvidéis por donde vais y para que al final os cuadren los 2 triángulos)
- Cuando terminéis este segundo triángulo utilizad la lana que os queda (si os queda un ovillo entero cortadla de forma a tener suficiente para coser todo el turbante, de un vértice a otro) para, con una aguja de coser lana (no de hacer lana, sino de coser), coser los dos lados rectos del triángulo uno al otro
- Al final del lado más pequeño cosed el botón que hayáis comprado y ¡ala, a presumir de turbante!