lunes, 10 de mayo de 2010

experiencia vintage

Siguiendo con el tema del antiguo, viejo o usado hoy toca hablar de ropa en segunda mano. Hay que ver que mi interés por este tipo de ropa y tiendas es muy reciente. Yo vengo de un país donde el concepto de re-utilizar las prendas, zapatos o bolsos es aún una novedad. De hecho en el Portugal de los 80 en que yo crecí la tendencia predominante era toda la contraria. Allí a cada esquina abrían tiendas de marcas masificadas, con ropa linda, nueva y tan barata (o cara, según el punto de vista) como la de las tiendas vintage.

Además como yo soy la mayor de una familia casi sin primos y mi hermano es varón, nunca recibí ropa en segunda mano de nadie.

Mis primeras prendas vintage las compré en un mercadillo de A Outra Face da Lua, la tienda lisboeta de ropa en segunda mano por excelencia. Me enteré de esta venta por casualidad y estuve a punto de salir de la tienda con las manos vacías, teniendo en cuenta la cantidad de gente que estaba dentro y la dificultad que representaba comprar algo en estas condiciones. Sin embargo, me traje unas cuantas cosas que conservo hasta hoy y que hacen sensación junto de mis amigas cada vez que me las pongo.

Cuando llegué a Barcelona me di cuenta de que la cultura “segunda mano” estaba mucho más avanzada aquí. En la ciudad se pueden encontrar decenas de tiendas del género, como Le Swing, Smart&Clean, Lailo, De Faralaee, Slang, Hulala!, Erretê, Intercambio, Retro City o Exudus. Por eso, y porque me di cuenta de que cuando estamos comprando en tiendas masificadas de ropa nueva también terminamos probándonos prendas que decenas de mujeres ya se han probado antes de nosotras, que quizás han incluso llevado a una cena o evento durante horas con la etiqueta puesta y que luego han devuelto, poco a poco, empecé a ceder y a adentrarme en este mundo de ropa que carga muchas historias a sus espaldas.

Sin embargo, creo que hay que tener algunos cuidados a la hora de comprar ropa vintage. ¡Más que con la ropa nueva! Tenemos que vigilar por la calidad de la prenda, asegurarnos de que no esté manchada o rota, y en el caso de que lo esté hay que pesarlo y ver si es posible lavarla hasta que salga la mancha o sacar de la caja de la costura y arreglarla. Si la respuesta a estas dos preguntas es no, no merece la pena. Tenemos también que pensar si nos gusta la prenda apenas en teoría o si en realidad la pondremos, porque no es plan comprar algo que pensamos que salió del armario de una cualquiera fashionista de los 60 si luego la prenda resulta demasiado extravagante para nuestras necesidades y estilo diarios. Si no estamos realmente convencidas, mejor dejamos la prenda en su sitio. También es muy importante vigilar con el precio.

Me recuerdo de una situación hace unos años en Els Encants, cuando con una amiga vimos unas gafas de sol Guy Laroche con las patillas ya flojas, sin posibilidad ninguna de ser apretadas por más manitas que una fuera, y por las cuales nos pedían casi 200 euros. Es verdad que en su época estas gafas habrán sido estupendas, pero no merecían que pagáramos lo que su antigua propietaria nos pedía.

En teoría algo que ya está usado debía ser más barato que algo que es nuevo, ¡y no lo contrario! Sin embargo, desde hace unos años el concepto vintage se puso de moda, se empezó a aplicar a diestro y a sinistro, y los propietarios de ropa antigua han sacado sus trapitos y accesorios a vender con este rotulo. Han también cargado mucho en el precio y los compradores han perdido la noción de cómo hacer compras inteligentes y empezado a pagar sin miramientos lo que se les pedía. Esto, está claro, abrió un precedente y hoy nos encontramos con un panorama donde se pide más de lo que es justo por prendas de segunda mano.

Catálogo de la tienda vintage neyorquina Ressurrection

Es importante que a la hora de comprar prendas usadas no nos dejemos engañar o encantar e hinquemos pie. Una buena estrategia anti-timos pasa por fijarse en la etiqueta. Este pequeño pedazo de tela con una firma es todo un mundo de símbolos y códigos que es importante saber descifrar. Si la marca es conocida y buena quizás el precio que nos piden no sea tan injusto, porque también hay que tener en cuenta que estamos pagando el trabajo del propietario en descubrir la prenda, limpiarla y prepararla para que nosotras luego podamos encontrar este pequeño tesoro colgado esperando por nosotras. Si no encontramos la etiqueta en ninguna parte no hay que sentirse decepcionada; ¡al contrario!
Muchas de las etiquetas que en los años 40 anunciaban Chanel o Balenciaga fueron removidas por los traficantes para que al pasar por las aduanas les cobraran menos. O sea que si encontramos vestigios de una etiqueta esto ya es de por si una buena señal. También lo es si pone el nombre de una modista que no sea tan conocida, siempre que acompañado por un nombre de ciudad o calle, porque puede significar que la prenda fue hecha por algún pequeño atelier de la época. Que la etiqueta haya sido tejida y no impresa y que esté cosida a toda la vuelta y no apenas en las cuatro esquinas también quiere decir que estamos ante una prenda de calidad superior.

Otra solución sería buscar también en tiendas de antigüedades, que no se hacen pasar por vintage y donde podemos encontrar alguna ropa o accesorios antiguos a precios generalmente más asequibles.

Otros cuidados que hay que tener pasan por no dejar las prendas que vemos en nuestras visitas a tiendas de segunda mano colgadas mucho tiempo. Si nos gusta algo lo mejor es cogerlo y pasearlo por la tienda, o pedir que lo lleven hasta el probador o hasta la caja. Las prendas de segunda mano no se quedan mucho tiempo en las perchas. Esta volatilidad también se ve a la hora de elegir ropa para el frío o para el calor. Los cambios de estación en las tiendas vintage no están alineados por los cambios en las tiendas normales, de hecho casi ni existen. Los propietarios de este tipo de tiendas llevan todo el año buscando ropa que sea atemporal, que resista a los años y que no se relacione con una estación en específico. O sea que, si entramos en una tienda de segunda mano con una idea fija y poca apertura a las sorpresas es muy probable que no encontremos nada y salgamos sin bolsas colgando de los brazos.

Otra práctica que puede ayudarnos a la hora de escoger ropa de segunda mano es hacerse amiga del propietario o de la propietaria. Son gente con muchos conocimientos de moda, con historias muy interesantes, que muchas veces saben incluso que “cuenta” la prenda específica que nos llevamos, y que nos pueden facilitar la compra. Pueden también llamarnos cuando reciban algo nuevo que saben que estamos buscando u ofrecerse para abrirnos las puertas de sus almacenes de las traseras y traernos alguna prenda que todavía esté guardada pero que crean que nos quedará fenomenal.

En resumen, lo ideal para hacer de nuestra experiencia un éxito es buscar prendas complexas, con buenas telas y acabados perfectos, que no pasen de época, que sean más baratas que cualquier prenda de Zara o Mango que no tiene la mitad de encanto y que valgan mucho menos de lo que valían en la época que fueran confeccionadas. Ah, y quitarse las telarañas de la cabeza y pasárselo bien, porque comprar vintage es como viajar en el tiempo y vivir otras vidas.



3 comentarios:

  1. Realmente es una delicia leer cada uno de tus artílos. Simpre muy interesantes y completos!

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  2. Tienes algún amigo que sea dueño de una tienda vintage barata??¿? cuando quieras quedamos y vamos a buscar alguna camisilla para el verano! ;)

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  3. Ai, muchas gracias Ercilia, tus cupcakes también son fabulosos... ¡Cada uno con su arte!
    Sonia, ¡claroooooo! Sabado si quieres quedamos, hacemos las fotos y vamos de tiendas vintage. En calle Avignon hay una que me encanta. En la calle Riera Baixa hay muchas. Por Raval en general hay muchas. También podemos ir a Lisboa, a la Outra Face da Lua. ;) Mary ahora en Room tiene unas cuantas prendas vintage también. La visitaremos si quieres, y de paso te pruebas uno de los cupcakes de Ercilia.

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