martes, 13 de julio de 2010

impresiones de Praga

Praga fue una sorpresa. La capital de la República Checa es una ciudad vieja y decadente pero a la vez imperial. ¿Cómo es posible esto? Creedme, lo es.

Su estación de trenes, la primera cosa que he visto, es un ejemplo claro de lo que os intento decir. Me esperaban en la parte “moderna” de la estación (moderna entre comillas, porque comparada con la Gare del Oriente en Lisboa, obra del arquitecto español Santiago Calatrava, la estación checa dejaba mucho que desear), pero yo me equivoqué y salí por la antigua. ¡Y justo allí tuve mi primer choque de realidad!

Era un espacio precioso. La palomas volaban libres en una atmosfera que ganaba mucho con la luz de inicio de tarde que entraba filtrada por los vitrales de mil colores. El techo, una media cúpula ocre, era sostenido por medias esculturas y estaba pintado de flores que se han ido descolorando con el tiempo. A la altura de los ojos estaba una vieja taquilla, un viejo bar y media docena de cuadros de Alfons Mucha.

Sólo en una ciudad como Praga pueden convivir lado a lado las flores descoloridas del techo, las palomas callejeras y esos preciosos cuadros de Mucha. Todo en el mismo cuarto de círculo.

Y Praga, toda ella, es así. Una decadencia chic. Una ciudad que ha sido visiblemente muy rica pero que debido a las atrocidades de sus sucesivas situaciones políticas ha perdido su glamour. La mayoría de los portales modernistas ya no son dorados, pero el trabajo en la piedra, en el vitral y en el mosaico sigue allí.

Esta misma dualidad es perceptible en el panorama de la moda. De todas las ciudades donde estuve y donde he ido comprando revistas de moda, para poder satisfacer mi curiosidad e intentar entender un poco como se viven las tendencias en los diferentes países, Praga fue donde compré la mejor revista.

Está claro que yo no entiendo checo, pero mirar las fotos incluso un niño de cinco años puede hacerlo. Pues yo he mirado las fotos y estas me han llenado tanto la vista, como me llenó aquella vieja estación que encontré por casualidad.

La Elle checa promete a sus lectoras todo un mundo de glamour: abre con las fotos de tres piernas y tres pies calzados con los últimos modelos Miu Miu (con precios en euros), sigue con un editorial sobre dorados y se va desarrollando por entre temas tan diversos como un reportaje sobre las joyas Cartier, una entrevista y sesión de fotos con Eva Herzigova (que da también cara, y cuerpo, a la portada), un reportaje sobre los destinos favoritos de las tops más en boga (y un editorial de sugerencias de moda playera), entre otros.

La sesiones de fotos son de lo mejor que he visto en mucho tiempo en todas las revistas que he consumido y sigo consumiendo. Y las páginas de belleza, cabellos, cuerpo y maquillaje son igualmente dignas de una Elle americana. Todo muy lejos de la imagen dantesca que tuve una mañana cuando, al coger el metro hasta el centro, me senté al lado de una señora que a las 10h30 comía judías verdes crudas de una bolsa de plástico para donde también tiraba las cáscaras y mientras lo hacía emitía unos ruidos en todo semejantes a los de un conejo rumiando.

Esta señora, que no era ninguna sin abrigo ni iba vestida de trapos (hay que dejar claro), y la Elle que tengo delante de mí y que está hecha a pensar en una elite que también existe en Praga son las dos caras de una ciudad que, tal como dije en el comienzo, tiene tanto de decadente como de lujosa.


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