miércoles, 7 de abril de 2010

¿moda?

Hace dos semanas paseando por el barrio chino de Barcelona (Sant Pere) me fijé en la cantidad de tiendas que tienen en su nombre la palabra “moda”. ¡Es una pasada!

Yo soy defensora de que la moda debe ser para todos. Mejor dicho, de que la moda llega a todos. De que incluso cuando Andy Sachs de “El Diablo viste de Prada” compró tan inocentemente en unos grandes almacenes su jersey de pico azul cerúleo, pensando que no se estaba para nada incluyendo en las tendencias, estaba comprando algo que los más grandes de la moda habían elegido para ella. Lo mismo pasa con las prendas que se venden en este tipo de tiendas, de alguna manera reflejan lo que pasa por las pasarelas más importantes a nivel mundial. Sin embargo, ¿con que legitimidad los propietarios de dichas tiendas se auto-intitulan de hacedores de moda? ¿Qué significa moda realmente?

Siguiendo con las consultas al diccionario, veamos que dice la Real Academia Española sobre esto. Moda: “(Del fr. mode).
f. Uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos, principalmente los recién introducidos”. Bueno, la verdad es que no ayuda mucho. Ni la definición de la RAE es muy clara cuanto al significado de moda. Refiriéndose en parte al significado matemático del término, “modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo”, a la moda como algo que es común a una mayoría, para luego contradecirse diciendo que es una característica de las cosas “recién introducidas”.

Pues entonces, ¿qué es? ¿Quién la puede definir? Con el post de hoy estaré quizás abriendo una Caja de Pandora que jamás tendré la capacidad de cerrar, sin embargo me parece interesante que yo y cada una de vosotras hagamos esta reflexión.

La discusión me recuerda a una discusión real que tuve hace tan sólo media década con algunos de mis compañeros de universidad. Empezaba por aquel entonces mis estudios superiores y el tema caliente de esa tarde era la arte. En la época defendí con uñas y dientes mi teoría de que la arte es una exclusividad de las elites. De que sólo estos tienen y pueden tener acceso a la verdadera arte. Está claro que me acribillaron… con argumentos y comentarios seudoizquierdistas. Y ante todo eso yo me mantuve seria y firme en mis opiniones. Pero mentiría si dijera que cinco años pasados sigo pensando igual. Aunque recuerde muchas veces esta charla en el autobús a camino de casa, no fue en ese momento que cambie mi opinión. Sino cuando empecé a intentar aplicar el mismo principio a la moda.

Aunque la alta moda sea y deba seguir siendo una exclusividad sólo accesible para algunos, la moda en general es para todos. Incluso para quién compra en las tiendas de ropa chinas del barcelonés barrio de Sant Pere.

Quien define qué es moda, a semejanza de quien define qué es arte, es quien paga por ella. Los creadores de ambas áreas ya pueden pensar que tienen delante suyo una gran creación, pero es la forma como esta es valorada lo que define su estatuto. O sea, los que son considerando genios sólo lo son porque alguien que entiende del tema, o que la mayoría atesta que entiende, así lo determinó. Esto puede tardar décadas de trabajo o sólo un momento, ser fruto de mucha inversión de tiempo y creatividad o de un golpe de suerte. En cualquiera de los casos este es el momento decisivo en que un creador sale de este limbo, entre la normalidad/mediocridad y la genialidad, y empieza a tener poder.

El poder puede ser económico, permitiéndole trabajar con mejores telas, y aumentar así la exquisitez de sus prendas, o creativo, permitiéndole dar alas a su imaginación. En ambos casos el poder viene de la mano de la libertad. A partir de entonces, aunque a algunos les parezca que lo que el modisto X creó es feo, su estatuto hará con que la mayoría ateste lo contrario. De ahí hasta que sus prendas o conceptos sean copiados por marcas y tiendas un poco por todas partes es un paso muy corto. Ese es el momento en que la moda (exclusiva y novedosa) cumple su función y se hace accesible a todo el mundo.

Lo que cambia, en mi opinión, de lo que se ve en las principales pasarelas internacionales a lo que se ve en las tiendas chinas, es la calidad. En la tela, en los acabados, en el diseño. A parte del intervalo de tiempo que pasa entre un momento y otro, durante el cual quién realmente tiene poder económico e interés por la moda puede ir utilizando sus prendas de forma exclusiva.

Este fenómeno se vio muy claramente en el verano de 2008. El estampado de retazos de flores que Dolce & Gabbana mandó para la pasarela fue de los más copiados (o digamos antes, que más sirvió de inspiración, para ser políticamente correctos) que he visto nunca. Podíamos encontrar vestidos con la misma tela en todas partes. En Zara, en Mango, en las tiendas chinas… Pero más allá de las apariencias, la gran diferencia entre los vestidos de D&G y los demás era la calidad con que estaban hechos.

En este sentido, la democratización de la moda es algo bueno. Porque es también un incentivo para los modistos crearen productos con más y más calidad. Más y más riqueza de detalles. Más y más creativos; difícilmente imitables. Siempre que lo logren estarán creando arte, obras de genio. Siempre que se queden cortos estarán tan solamente creando moda.

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